Aportes para un debate lingüístico
Escribe:
Mario Ramos Tacca
0.
Cuestiones previas
Provincia de Melgar - Puno |
Sobre
la toponimia de la provincia de Melgar, mucho se ha especulado en los últimos
tiempos. Propios y extraños se han aventurado a explicar el tema desde distintas
posturas. En particular, han sido los profesionales de la educación quienes han
incursionado con mayor entusiasmo en este espinoso campo, debido a que muchos
de ellos asumieron la responsabilidad de escribir las monografías de sus
lugares de origen y/o trabajo, y con conocimiento de causa o no, urdieron intuitivas
explicaciones, desde la perspectiva quechua, que el saber popular con el paso
del tiempo fue tomándolos como verdaderos. Quizá muchas de esas explicaciones fueron
concebidas bajo el influjo de las influyentes ideas de Pacheco Zegarra y los añejos
historiadores como Riva-Agüero, quien se constituye en uno de los más fervientes
defensores de la tesis del “quechuismos primitivo” para todos los acontecimientos
pre y post inca después de Garcilaso de la Vega.
Por
otro lado, enfocando el tema desde la línea del “aimarismo primitivo”, Middendorf,
principal propulsor de esta postura y, en nuestro medio, Bustinza Menendez, nos
alcanza explicaciones valederas que se aproximan a un abordaje científico del
tema. Apoyado en esta postura, Bustinza intenta explicar el origen del topónimo
<Ayaviri> y <Umachiri> recurriendo a fuentes como el puquina, callahuaya,
uriquilla, aimara y al quechua como veremos más adelante.
El argumento
base de esta postura, es que las lenguas aludidas fueron habladas con mucha anterioridad que el quechua
en territorio altiplánico; hecho que nos invita a reflexionar y repensar el
tema, sugiriéndonos emprender mayores trabajos de investigación, apoyados fundamentalmente
en la lingüística andina.
De
modo que el presente artículo tiene el propósito de alcanzar una explicación
descriptiva basada en investigaciones lingüísticas que pretenden dilucidar el
tema en cuestión a partir de argumentos que sostienen la presencia del puquina
y el aimara como lenguas primordiales habladas por los antiguos habitantes de esta
parte del territorio collavino.
Por
lo demás, quizá sea tiempo de desechar los conceptos erráticos que hasta la
fecha, no han hecho otra cosa que, oficializar un conocimiento especulativo y
erróneo sobre el tema, dando lugar, a que generaciones y generaciones de ayavireños
entiendan el caso solamente a partir de un aparente quechuismo tardío. Tal vez,
esto se debe a que no se tuvo conocimiento expreso de que el quechua llega al
altiplano con posterioridad, solo a partir de la incursión del Inca Sinchi Roca
y Lloque Yupanqui (Garcilaso, 1609) quienes impondrían y oficializarían el uso
de esta lengua en territorios conquistados de anterior habla puquina, callahuaya,
uro y aimara.
Por
lo mismo, para los intereses del presente enfoque, nuestra explicación tendrá
como eje vertebrador los estudios de onomástica andina emprendidos a partir de los
planteamientos contemporáneos en materia de Lingüística Andina, con
preponderancia en el aimara, sin desmedro de la existencia de rasgos lexicales característicos
de origen puquina y uro que probablemente están presentes en el corpus de la toponimia
dentro del territorio estudiado. Empero, a falta de información bibliografía
especializada en materia del puquina y el uro, por el momento, nos reservamos
el derecho de especular sobre el tema expuesto.
1.
Descripción morfo-sintáctica del corpus lingüístico.
1.1.
<Antauta>
Lexema
híbrido quechumara: Anta-uta está
compuesto por dos morfemas lexicales: un lexema nominal de origen quechua <Anta> y otro de origen aimara <uta>.
Para
una correcta interpretación lingüística del topónimo, nos hemos permitido
consultar fuentes bibliográficas del siglo XVI y posteriores debido a que éstas
registran, en cierta medida, los rasgos del cambio, superposición, contacto y
desplazamientos lingüísticos anteriores. Así, según el Vocabulario políglota incaico (1905) del Colegio de Propaganda Fide
del Perú, la acepción que se le asigna al vocablo Anta es el de “cobre” y el Vocabulario
de la lengua aimara de Ludovico Bertonio (1612) asigna a uta, la significación de “casa
cubierta”.
Como
se puede observar, el resultado del encuentro entre dos lexemas provenientes de
lenguas diferentes, evidencian los contactos y desplazamientos lingüísticos de
la que fueron objeto las lenguas por un lapso prolongado dentro del territorio
collavino, hasta que se oficializa el proceso de quechuización entre los puquina,
callahuaya, uro y aimara con la llegada de los últimos incas expansionistas.
Ahora,
auscultando el significado que posee el topónimo en cuestión y procediendo a su
correcta lectura de derecha a izquierda y, no de izquierda a derecha como ocurre
con la lectura e interpretación en el español. El significado ciertamente
metafórico sería “casa cubierta de cobre” o “casa con presencia de cobre”
considerando que los espacios que poseen riquezas de un tipo o carácter, eran
conocidos por nuestros antepasados como uta
“casa”, tal como ocurre con el topónimo Waka-uta
ubicado en el distrito de Macarí y Willka-n-uta,
huaca pre-inca situada entre los límites de Cuzco y Puno.
Por
consiguiente, la motivación que llevó a los antiguos habitantes de este lugar a
denominar de ese modo su territorio, obedece simplemente a que todo estaba
circunscrito a la descripción sistemática del espacio y a la caracterización de
las cosas de acuerdo a sus peculiaridades más resaltantes. Así lo demuestra, en
la actualidad, la actividad minero cuprífera que se viene desarrollando en <Antauta>
por más de cincuenta años.
1.2.
<Ayaviri>
Es el
milenario nombre de la actual capital de la provincia de Melgar, y como tal, su
toponimia ha sido interpretada, primordialmente, desde la postura quechua.
Con
el transcurrir de los años y conforme avanzan las investigaciones, Bustinza (2008)
en un artículo publicado en la Revista “Alborada Andina” N° 03, nos alcanza una
explicación distinta a la sostenida por los ayavireños más entusiasmados y
defensores del “quechuismo primitivo”. En el numeral 4 de su extenso artículo el
mencionado autor explica contundentemente: “AYAVIRI, es una voz aymará que
deriva de la palabra “Ayawi” al agregársele el sufijo “iri” se forma la palabra
“Aya-wi-iri” la cual por castellanización se convierte en la palabra Ayaviri.
Como topónimo significa: “lugar en donde viven los hilanderos”, como
antropónimo significa también “los que hilan” o sea “los hilanderos”. Esta
denominación guarda estrecha relación con la versión histórica del desarrollo
de este pueblo, el cual al ser eminentemente ganadero (criador de llamas,
alpacas, luego de ovinos) estuvo dedicado a fabricar hilados y tejidos
derivados de estas actividades hasta muy entrada la colonia, en donde los
españoles habían establecido obrajes dedicados al hilado. Esta afirmación se
corrobora con el hecho de que los indios aymaraes durante la visita del Virrey
Toledo en 1572 pagaban sus tributos en hilados y Ropa de Awasqa, dándoseles
lana para ello por el encomendero. Estos obrajes fueron destruidos durante la
Revolución de Túpac Amaru II en 1781”.
Como
se puede apreciar, en mérito a las hipótesis sostenidas por este acucioso investigador
que tiene como punto de partida la lengua aimara, pudimos develar con mayor
detalle las aseveraciones que hoy sostenemos. Y gracias a los aportes del
lingüista Cerrón-Palomino y otros en materia de onomástica andina, tuvimos
mayor claridad sobre el tema. De modo que, al realizar un minucioso examen
morfémico de los elementos formativos del topónimo, nos encontramos con que ellos
tienen un típico origen aimara, como a continuación exponemos:
<Ayaviri> es un topónimo que está compuesto
por un radical aya- y los formantes sufijales:
derivador -wi- “lugar donde ocurre o
existe algo” o “lugar con” y el agentivo –iri-
de origen aimara con pérdida de la primera vocal débil –i por efecto de la elisión vocálica que es procedimiento morfofonémico
general del aimara al anexar sufijos a la base.
Ludovico
Bertonio (1612) en el Vocabulario de la
lengua aimara describe el compuesto –wiri
como “la punta de madera muy dura que echan al arado” o “lanceta de hilo”. Entonces,
se puede decir que el radical acompañado por estos formantes deriva en “lugar
en el que existen ayas”. De modo que las
“ayas” según la información que venimos consultando sería el resultado del
radical nominal aya- que según el
clérigo significa: “un huso de hilo, lo que comúnmente hilan de una vez en un
huso, o husada”.
Por
lo mismo, refiriendo a las conclusiones a las que arriba Bustinza en el su
artículo. En la quinta asevera: “Ayaviri en aymara tiene varios orígenes
etimológicos, así quiere decir a)”Lugar en donde viven los hilanderos”; b)”Los
hilanderos”, c)”Cuartel general con muchos soldados”; d)”Pueblo de frontera
Qolla”, “Inmortal”, “Adalid”, etc. f)”Pueblo sobre el Río que viene desde muy
lejos”.
Nosotros
coincidimos con los primeros, de modo que, el análisis nos lleva a concluir que
la motivación fundamental que habría originado el nombre del lugar, es metafórica
y se debió a que la zona, antiguamente, estuvo poblada por expertos tejedores debido
a la existencia de abundante ganado auquénido de cuya lana se elaboraban una
infinidad de prendas y objetos ornamentales.
Finalmente,
de modo comparativo, la misma derivación morfológica podemos ubicar en los muestras:
<Ayavile> (Vilque, Puno) y para el morfema sufijal –wiri en el topónimo <Ocuviri> (Lampa).
1.3. <Cupi>
Este
topónimo presenta una raíz nominal de origen puquina. Quizá el único en todo el
ámbito provincial con esta característica. Aparece como préstamo al aimara
debido a que estas lenguas fueron objeto de contactos y desplazamientos desde
tiempos milenarios. Así, el Diccionario Aymara–Castellano del PEEB Puno (1984)
presenta una entrada Kupi con el
significado de “derecho” y el Vocabulario
Políglota Incaico (1905) registra una entrada <Cupi>, nombre con significado:
“derecha”.
Pero
es Torero (1987) que en “Lenguas y pueblos altiplánicos en torno al siglo XVI”,
en el anexo de su trabajo glotocronológico y lexicoestadístico del puquina,
registra un nombre <cupi> con los significados: “diestra, mano derecha”. De
modo que interpretando la significación del topónimo, estaríamos frente a un
nombre de corte metafórico que refiere a una milenaria población de habla aimara,
asentada en el “flanco derecho” de las principales huacas y apus de la zona.
1.4.
<Llalli>
Según
nuestras averiguaciones, se trata de un etnónimo de origen aimara. Desde esta
postura, el Diccionario Aymara-Castellano del PEEB Puno (1984) registra la
entrada Llalli con una doble
acepción: 1. Poder excepcional; 2. Amuleto (antig.) Para una correcta
interpretación del topónimo referido, nos interesa recuperar la segunda
acepción que podría ser un arcaísmo aimara en los dialectos contemporáneos.
En
consecuencia, desde el punto de vista morfológico <Llalli> está compuesto
por un único radical nominal Lalli con
significado de “amuleto”, significado que estaría asociado a las ofrendas de las
deidades o los objetos que portaban los antiguos pobladores de la zona como
símbolo religioso e idiosincrático.
No
existe mayor información que pueda explicar lo contrario, excepto que el nombre
tenga una filiación puquina y no aimara. Por lo que nos inclinamos a pensar que
una explicación a partir del aimara se acerca más a dilucidar el tema, pues,
sobre este asunto, la bibliografía consultada, poco o nada nos dice al respecto
del puquina. Sin embargo, no dudamos que así sea, pues, realizando un rastreo de
la toponimia menor en la zona, éste arroja resultados asociados al aimara;
sirven como ejemplos: <Llamqaqhahua>, <Machaqmarca>,
<Chechequeña>, <Kapillani>,
<Huanacomarca>, <Checcasica> etc. En todo caso, se descarta el
concepto popular de Llalliq sostenido
a partir del morfema verbal quechua “el que encabeza o lidera” como hasta ahora
se ha venido sosteniendo erradamente.
1.5.
<Macarí>
Este
topónimo de clara motivación fitonímica es de filiación quechumara. Cerrón-Palomino
(2002) nos alcanza algunos datos importantes sobre el lexema maca- y su tratamiento morfológico
correspondiente, indicándonos que dicho morfema denota un origen aimara y
quechua perteneciente al reino animal y vegetal. Por lo que la estructura
morfológica comprendería una raíz nominal maca-
proveniente del proto quechua/aimara *maqa- con el significado de “maca” fruto
comestible de alto poder nutritivo; seguido del formante –ri (agentivo aimara) con acentuación española aguda que devendría en
<Macarí> “lugar donde abunda la maca”. Maca-ra-y es una posible variante del nombre en mención.
1. 6. <Nuñoa>
Remitiéndonos a las fuentes más antiguas en materia de
registro lingüístico aimara y quechua, Ludovico Bertonio (1612) en el Vocabulario aimara registra la entrada
<ñuñu> con el significado de “el pecho, y también la leche que del sale”.
Asimismo, Diego Gonzales Holguín (1608) en el Vocabulario de la Lengua General de Todo el Perú Llamada Lengua
Qquichua o del Inca registra la entrada <Ñuñu> “la leche o teta, o
ubre de mujer, o de toda animal”. Estas acepciones, por supuesto, nada tienen
que ver con la motivación original del topónimo en mención. No estamos seguros
sobre cuál de las lenguas fue la que dio origen al topónimo, pero por los
procedimientos morfológicos de confluencia de lenguas en un mismo contexto,
podemos estar seguros de que <Nuñoa> conglomera una raíz nominal
<nuño> puede ser quechua o aimara y el formante aimara –wa que hace referencia a una
característica topográfica del lugar.
La característica esencial de los topónimos es que éstas presentan lexemas nominales en su
estructura y describen características relevantes del espacio que detallan.
De modo que estamos seguros que el nombre es de clara motivación fitonímica.
Se origina a partir de un radical nominal <ñuñu> “alimento de aves” que
según Venero (2012) en el libro Guía de
Aves y Flora-Laguna de Orurillo la describe como una especie arbustiva perteneciente
a la variedad solanácea, conocida en el medio con el nombre común de “ñuñu-ñuñu” (pescoq tomaten) y el formante –a,
que a modo de reconstrucción debió responde a una muestra proto que devino en *ñuñu-wa. Morfosintacticamente el nombre
nos lleva a pensar que su origen tiene motivación metafórica, pues el topónimo
se habría producido debido a que en la zona existe abundancia de la especie arbustiva
peculiar que en el habla de los antiguos pobladores de la zona se denomina “nuño-nuño” añadiendo el formante –a sería una forma derivada del sufijo aimara
independiente validacional –wa que
ingresado en el vocabulario de los españoles del lugar, devino en <Nuñoa>.
De manera que realizando el análisis e interpretación de los elementos del topónimo
tendríamos “lugar con presencia de abundantes nuños”. Así lo corroboran fuentes
de internet consultadas y que dan cuenta de que el topónimo “Proviene
del nombre de una planta medicinal que abunda en ese sector que se llama ñuño
ñuño” (Fuente internet)
1.7.
<Orurillo>
De
origen quechua-español. Para tener una idea más acertada sobre los procesos en
que devino <Orurillo> realizamos un rastreo previo de los antecedentes
del término a través de las fuentes
primarias de consulta. Así, Bertonio (1612) presenta una entrada aimara
<Huru huru> con el significado de “Pueblo así llamado, y nuevamente
poblado junto a las sepulturas donde en este tiempo hay grandes minas de
plata”. Quizá el efecto reduplicado de la raíz tenga sus fundamentos en la doble
ocupación y poblamiento de la misma zona desde épocas muy antiguas. Este rasgo
nos hace concluir que el término se asocia con un etnónimo que está compuesto por
el formante nominal quechua reduplicado <Uru – uru> que identifica a un
grupo de antiguos habitantes de las riberas del Titicaca, lagos y lagunas del
altiplano peruano-boliviano pre-inca.
De
acuerdo a la motivación y procedimientos lingüísticos de los topónimos, el
análisis nos obliga a ubicar un lexema nominal como base de su formación, de
modo que, siguiendo ese hilo conductor, en el Vocabulario Políglota Incaico (1905) encontramos una entrada
quechua nominal <uru> que lleva el significado de “insecto” que esta vez sí coincide con los
requerimientos morfológicos del topónimo, pero no satisface la caracterización
semántica del vocablo. Asimismo, esta postura es corroborada por las
investigaciones de Cerrón-Palomino (2005) quien explica que la etimología del
término conduce a pensar que sería de origen quechua con un trasfondo de corte
despectivo que servía para reconocer a un grupo de habitantes originarios del
lago.
Como
resultado de ello, tendríamos <Uru-ru> base nominal con caída de la vocal
débil en el segundo segmento reduplicado para designar a los descendientes de
la antigua civilización de los “Urus”, expertos pescadores asentados en las
riberas de los lagos y lagunas del altiplano, tal y conforme se observa en la ciudad
boliviana de Oruro, fundada en las proximidades del lago Poopó.
En
consecuencia, la base nominal Uru más
el sufijo diminutivo latino –illo que
fue de uso común en el trucamiento de los nombres influenciados por la
presencia del español y las lenguas andinas hasta mediados del siglo XVII, da
como resultado <Orurillo>, según lo manifiesta el investigador Cerrón
Palomino (2013) en un artículo científico dedicado a dilucidar el topónimo
<Carabaillo>.
En
conclusión, derivando los nombres, tenemos la raíz <Oruro> y el
diminutivo <Orurillo> que semánticamente, devino en “el pequeño o menor
Oruro” por compartir las mismas características de los poblados y asentamientos
humanos establecidos en las orillas de los lagos desde tiempos milenarios.
1.8.
<Chungara> <Santa Rosa>
<Chungara>
es la denominación primigenia que identificó a un grupo de habitantes
aimarófonos de las vertientes del nudo del Vilcanota y asentados en las faldas
de la cordillera del Khunurana. Santa
Rosa viene a ser una denominación tardía de la época colonial en el que sus
fundadores trasladaron los dominios de la antigua urbe de los Chuncara hacia un llano inclinado, muy
propicio para fundar la nueva ciudad, capital de distrito.
Revisando
la documentación temprana de los cronistas que hacen referencia a la población pre
inca asentada en esos parajes altiplánicos, Garcilaso de la Vega (1609) quien
al hacer referencia de la política expansiva de Sinchi Roca en territorio
Collasuyo dice: “Y en espacio de los años que vivió, poco a poco, de la manera
que se ha dicho, sin armas ni otro suceso que sea de contar, ensanchó sus
términos por aquella banda hasta el pueblo que llaman Chuncara, que son veinte leguas adelante delo que su padre dejó
ganado, con muchos pueblos que hay a una mano y a otra del camino”
Chuncara, se trató, pues, de
una población prístina de aguerridos guerreros que antes de la llegada de los
Incas ya formaban parte de la gran nación K’ana
de habla aimara.
Por
lo cual, el examen morofológico del nombre nos muestra que los segmentos están
compuesto por un radical chunga- (Ch’unkara)
con trastrocamiento consonántico de k
> g que en boca de los quechuahablantes de posterior influencia en la
zona, debió pronunciarse de este modo [Chungara].
Ludovico
Bertonio (1612) no lo registra en su diccionario aimara, quizá por tratarse de
una omisión involuntaria o quizá, porque el término corresponde a un arcaísmo
relacionado al preprotoaimara hablado en la zona o tal vez, una voz proveniente
del puquina.
Ampliando,
<Chuncara> porta un formante ponderativo –ra que viene de la forma reduplicada intensificadora de *rara, tal y conforme aparece en nombres
como <urqurara> y <qalarara>. Empero, es necesario explicar que ha
sido muy complicado ubicar información específica sobre el tema en cuestión.
Sin
embargo, según nuestro punto de vista, estas definiciones no concuerdan con la
motivación intrínseca del topónimo, de modo que el significado del segmento aludido
requería mayor indagación.
Siguiendo
los procedimientos lingüísticos deductivos, el topónimo presenta una motivación
primigenia de clara filiación fitonímica. <Chungara> significaría “lugar
con abundante cchunkas” o “lugar
donde abundan las chunkas” que
creemos es el verdadero motivo que describe este espacio de milenarios
habitantes aimarófonos.
Para
sostener estos argumentos, nos apoyamos en información proveniente de la internet
y, encontramos un nombre de lugar similar al referido dentro de territorio
chileno, actual comprensión de la región Arica. Este refiere al “Lago Chungará”
(en aimara: Ch’unkara, ‘musgo de la piedra’). La escritura es Ch’unkara, con glotalización de la
consonante aspirada, y es la explicación más próxima a los mecanismos de
descripción de los espacios geográficos que en épocas antiguas, se atribuía de
acuerdo a ciertos rasgos característicos y relevantes del lugar. Por ello,
estamos seguros que Chuncara/Ch’unkara
es el “lugar con abundancia de musgos de piedra”.
1.9.
<Umachiri>
De
filiación netamente aimara. El topónimo de este distrito comprende una
estructura formal compuesta por un radical <Uma> y dos formantes: -chi-
(tematizador verbal) *ci = ca, y el agentivo –ri que al adherirse a la raíz forma una suerte de epíteto de motivación
conmemorativa quizá referida a Tunupa, la milenaria deidad de los antiguos
pobladores de la zona, tal como Rostworowski (2005) lo demuestra en sus
investigaciones que al referirse al mencionado dios dice que “uno de los
atributos, también relevantes, fue que éste era el dios de la lluvia que cae
junto con la tormenta y fecunda la tierra. También es el dios de las fuentes,
de los ríos por donde navegó antes de sumergirse en las profundidades de la
tierra”. Del mismo modo, Bustinza (2015, 2016) corrobora los argumentos en
favor de un origen aimara.
Agregando,
hacemos referencia a los tiempos de influencia del imperio huari que dan cuenta
de la dominación de los mismos en la zona (600-1000 d.C). Así lo expone el acucioso
trabajo de Cerrón-Palomino (2004) que al referirse a la influencia cultural y
lingüística de los huari, dice: “… que constituyen epítetos de cuño
eminentemente aimara que recuerdan los atributos sobrenaturales de la divinidad
huari, constructora de andenes y acueductos a lo largo de su paso
civilizatorio”
Consultando
a Bertonio (1612) y realizando el examen morfológico, tendríamos la raíz aimara
Uma- (agua), seguido de los segmentos:
tematizador y agentivo. En consecuencia, la descripción del lugar y la interpretación
de esta estructura da como resultado “el (lugar) que provee agua” o “el (lugar)
que genera agua”. Coincidentemente, el formante sufijal –chiri también aparece en los lexemas toponímicos como
<Pampachiri> “el que provee de campos o pampas” en (Sicuani-Cuzco y
Apurimac) y <Huarochiri> “el que construye andenes” en la sierra central
de Lima.
2.
Conclusiones y recomendaciones
En
vista de los evidentes contactos, desplazamientos y confluencias de las lenguas andinas (puquina,
uro, callahuaya, aimara y quechua) en territorio ayavireño desde épocas
prístinas; los resultados de este trabajo son contundentes en cuanto al corpus toponímico
examinado y puede ser motivo para emprender mayores investigaciones que
coadyuven a dilucidar con nítido acierto el complejo panorama de la onomástica
andina en el altiplano melgarino, pues el vasto territorio collavino fue el
escenario del origen y la confluencia de
varias lenguas y culturas. De modo que estamos en condiciones de sugerir
mayores estudios de esta naturaleza en la línea de investigación que venimos
sosteniendo.
Publicado
en: Revista Dominical del Diario Los Andes de Puno - abril de 2016.
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