Presentación de Knock
Out, libro que reúne a los cuzqueños ganadores del Premio Petroperú de
cuentos.
DANIEL MATHEWS
El sur andino ha sido
siempre un espacio de resistencia contra el centralismo limeño. Centralismo que
no solo afecta lo económico y lo político sino también lo cultural. Hace ya
muchos años que tenemos Feria Internacional del Libro en Lima, que también se
haga en Cuzco, ya por cuarta vez, resulta de una importancia fundamental. Que
en esta feria se presente un libro con los 8 ganadores cuzqueños del premio
COPE es una demostración de la potencia narrativa de la región.
En realidad la importancia cultural de Cuzco es indiscutible y viene de
lejos. Garcilaso de la Vega es el forjador de una conciencia andina que inicia
una gesta liberadora que aún no termina. Y digo que no termina porque la
independencia de hace casi 200 años fue de los “españoles americanos” y dejó
fuera a la mayoría indígena y negra de nuestra sociedad. Las primeras novelas
peruanas se hicieron en Cuzco por mano de Narciso Arestegui. Clorinda Matto es
imprescindible en nuestro corpus literario.
Pero ahora no me toca
hablar de antigüedades. Uno de mis problemas hoy es que debo comentar textos de
amigos míos. Mis primeras visitas a Cuzco fueron, como las de la inmensa
humanidad, de turista. Era colegial en la primera, trabajaba en una imprenta en
la segunda. Pero desde que entré a la Universidad el Cuzco para mí es un
espacio de literatura y amistad. Vine, hace ya una vergüenza de años, con la
revista Haraui que había publicado una antología de poesía
cuzqueña que mostraba algo que he visto también en la narrativa y que ha
estudiado muy bien Rubén Sueldo: la actualidad tanto técnica como temática de
la literatura de esta región.
En realidad el primer amigo del que debo hablar es alguien que conocí en
Lima. Aunque nació en Cuzco pasó en la capital la mayor parte de su vida y como
yo se hizo hincha de Alianza Lima. Supongo que ya adivinaron que se trata de
Washington Delgado, quien obtuvo el primer Copé de Oro con el cuento “La muerte
del doctor Octavio Aguilar”, allá en el año 1979. Además de amigos e hinchas
del mismo equipo estamos, mal que bien, relacionados a la misma universidad
donde su cuento transcurre, San Marcos, y obviamente al mismo oficio: la
poesía. San Marcos y la poesía están presentes en el cuento. La Universidad por
sus referencias geográficas y administrativas. La poesía por esa contradicción
entre la afectación de quienes la ven solo desde la superficie y los que la
sienten desde el fondo. El ejemplo máximo de lo primero es el alumno que cita
sin nombrar al autor un texto de Benedetti, que en el relato toma el nombre
Trant. El ejemplo de lo segundo es el propio Octavio Aguilar, que siente la
soledad, la angustia, el sentimiento profundo de la muerte, como si los reyes
rojos de Eguren estuvieran peleando verdaderamente en su interior. En el texto
hay permanentes guiños a la poesía. El doctor Aguilar, ya muerto pero todavía
vivo, busca su casa de la que no se acuerda esperando que una ventana
despertara su memoria dormida. Como no recordar inmediatamente el poema de Juan
Gonzalo Rose “Primera canción”: “Por tu ventana dormida entra un pedazo de
cielo”. O al bíblico Salmo 23 cuando nos habla de “valle de sombra de muerte”
sobradamente conocido por quienes como Delgado y yo hemos estudiado en el San
Andrés. En un segundo momento trata de las falsedades de los cargos
universitarios. Aguilar es nombrado decano pero “su espíritu estaba en otra
parte, en el vacío perfecto de la nada, en la irresponsabilidad de la muerte”.
Las formalidades de la familia están representadas por “Alicia, viuda memorable
y celosa guardiana de las conveniencias sociales”. En fin un mundo donde
incluso la separación entre la vida y la muerte es falso. Lo único verdadero es
Eguren.
No podía faltar en el
Cuzco la narrativa histórica. Enrique Rozas Paravicino se encarga de la
historia reciente, de la terrible época de Sendero Luminoso. Resulta finalista
del premio COPE. Pero el Oro regresa con Luis Nieto Degregori. Se trata de un
cuento relacionado a Tupac Amaru. La historia, como disciplina científica,
tiene un límite en sus recorridos. Ella solo describe. No puede entrar en
subjetividades. En El mito de Sísifo Camus nos dice que lo
mismo ocurre con la ciencia. “Al llegar al término de sus paradojas, deja de
proponer y se detiene para contemplar y dibujar el paisaje siempre virgen de
los fenómenos”. El cuento o la novela hacen que el espíritu salga de sí mismo y
lo coloca frente a otro. Se pasa del razonamiento a la pasión. La conquista o
la rebelión cobran una fuerza distinta cuando se encarna en personas de carne y
hueso. Ya no es solo Tupac Amaru o su versión boliviana Tupac Katari, y no es
solo el cerco de Abancay o el rendimiento en el Cuzco. Ahora también hay un
sitio para el amor. En la narrativa de Nieto Degregori la lucha se desplaza de
la libertad de los reinos a la libertad de la amante. Mariano, sobrino de Tupac
Amaru y Salcedo, el corregidor, se enfrentan por María Nieves que ve en el
primero el camino a la libertad. Una historia de amor que, como en la historia
política, la ganaron los españoles.
Mención especial merece el Premio COPE del 2008. En primer lugar porque
Petroperú amplió las bases del concurso para convertirlo en internacional. El
que gane este premio, entonces, merece mucho mayor reconocimiento porque su
marco de competidores es mayor. Y resulta que lo gano un cuzqueño que ya había
sido finalista el 2002, con el cuento “El lienzo”. Se trata de Pedro Ugarte
Valdivia. No lo conozco pero tengo la sensación de que se trata de una
generación más joven. Sus recursos literarios son mayores y se mueve en el
mundo mágico de lo fantástico. Es más, sus escenarios son ahora europeos, como
dando cuenta que en estos tiempos el Cuzco se ha internacionalizado. Estamos ante
un nuevo Cuzco que se expresa en nuevos narradores.
Si pasamos a los COPE de Plata vamos a seguir en el relato histórico.
Aunque con una paradoja. Lo que hace Ángel Avendaño Farfán es cuestionar la
historia. Para comenzar, a diferencia del cuento de Nieto Degregori, el relato
no se hace desde un tiempo fijo sino que resulta ser un dialogo entre el pasado
y el presente. El narrador está situado en el ahora y desde ese ahora visita
–como no hacerlo en el Cusco- las ruinas de Kiswarkancha. Va siguiendo el discurso
paporretero de la arqueología “muros poligonales, lienzos pétreos, aparejos
isódomos... etc.”. El discurso académico es profundamente cuestionado “Los
profesores sólo explican los barruntos inconclusos de los cadáveres que
respiran en sus libros”. A cambio de eso se interesa en la historia íntima que
arrojan las piedras. Historia íntima que se va llenando de más preguntas que
respuestas “¿Qué son ahora pizarros y almagros? ¿Qué es Weraqocha y sus cinco
mil concubinas? ¿Qué fueron de las mancebas de Almagro untadas con oro en
polvo?”. Preguntas que terminan por cuestionar el tiempo lineal: “la noción del
tiempo había desaparecido de nuestra rutina”. En El 18 de Brumario Marx nos
habla de los tiempos vacíos “historia sin acontecimientos, un proceso cuya
única fuerza propulsora parece ser el calendario, fatigoso por la sempiterna
repetición de tensiones y relajamientos”. En el cuento de Avendaño si hay
acontecimientos y hasta héroes. Pero al fin y al cabo, gratuitos, todo son
ruinas y las ruinas nos acompañan hasta nuestros días
Para qué
debo conocer las ruinas, si la propia vida es una sucesión de ruinas, ruinas,
ruinas... hasta que llega la muerte con sus chafalonías de tristezas, sus
músicas baldadas, sus alharacas de lutos embusteros, su lengua primitiva y
mentirosa proponiendo cambiar la sal de la vida por los rituales de la
eternidad, por las jaculatorias y los purgatorios, por el deshilvanado sueño de
la inmortalidad
Pensaba comentar solo a los primeros y segundos puestos para no hacer
demasiado larga la presentación. Pero tengo motivos para hablar de dos
finalistas cusqueños de los premios COPE. La primera es Gabriela Caballero de
la que me interesa referirme por ser la única mujer entre los cuzqueños
finalistas del COPE. El otro es Enrique Rozas que, aunque no ganó el premio es
el que ha sido más constante en su participación exitosa al punto que tres
veces ha resultado finalista.
¿Es posible
hablar de una “literatura femenina”? Esa pregunta aspira al debate y a la
polémica de la crítica literaria feminista sobre la igualdad y la diferencia.
Afirmar la existencia de una forma de literatura femenina implica que existe
alguna clase de esencia de la feminidad, que se expresa inevitablemente en la
escritura de las mujeres. Yo, partidario más bien de la igualdad, rechazo la
idea de feminidad, pero en cambio creo que hay un esfuerzo de las autoras
mujeres para hacer visible su género. No es raro que no solo Gabriela Caballero
sea la única mujer finalista COPE sino que Alejandra, la protagonista del cuento
“La metamorfosis de Alejandra” sea la única protagonista mujer. Otra
característica de la escritura de mujeres es la exploración de ese intersticio
que hay entre el cuerpo como ser sensual y los sentimientos que esa sensualidad
reflejan. Todo el cuento de Gabriela Caballero está construido desde la
exploración de lo que Alejandra piensa y siente:
Cuando
Alejandra sentía que nadie la veía, se desnudaba y arañaba su piel, confiando
poder desprenderse también de ella. Lo había hecho algunas veces en medio de la
calle, cuando regresaba a casa al salir de su trabajo
De los tres cuentos de Enrique Rosas Paravicino me quedo con el último.
Debo aclarar que en esto no interviene mi filiación política. Dante Castro, que
rebelde como yo tiene sin embargo otras filiaciones, lo menciona también en la
introducción del libro. De “El fantasma es el otro” me llama la atención en
primer lugar la técnica narrativa. Es un dialogo entre el narrador y el
personaje: “La primera vez que entraste a este banco era abril, lo recuerdo
bien” es la frase inicial del cuento. Rosas Paravicino ha trabajado mucho el
tema de la violencia senderista. Pero en este cuento retrocede hasta la época
de Hugo Blanco y las luchas campesinas en Cuzco. Esta lucha era financiada a
partir de asaltos bancarios en Lima y ahí es donde se sitúa el cuento. El único
asaltante que no es detenido por la policía se hace de la plata para sí mismo,
se hace la cirugía plástica y huye primero a Brasil, luego a Europa. Pero,
cosas del destino, tiene que volver a Lima y ahí se desarrolla un dilema ¿he
cambiado o sigo siendo el mismo? En caso de seguir siendo el mismo ¿los camaradas
de entonces se vengaran? Pero el caso es que todos hemos cambiado. Obviamente
no voy a contar el final.
En resumen, se trata de un libro interesante, de cuentos que tienen muchas
lecturas posibles, una de ellas es la que ensaya Mario Ramos en su ensayo
preliminar pero, si quieren un consejo, lean primero los cuentos y hagan su
propia lectura. Lamento la ausencia de Jaime Pantigozo, COPE de Plata en 1994,
pero lo que hay es suficiente para gozar un buen rato.